En República Dominicana, entre 2005 y 2024, murieron 4,144 personas por acción policial. La cifra iba en descenso desde 2009… hasta que se revirtió con furia desde 2022. En 2024, la tasa de muertes por acción policial fue de 2.2 por cada 100 mil habitantes —la más alta desde 2012— con 220 muertos (proyectando diciembre, porque los datos oficiales están hasta noviembre). Y los datos preliminares de 2025 ya la colocan en 2.3. En los primeros cuatro meses de este año la policía mató 50.
Sí, hay menos homicidios. Pero el costo parece ser que la Policía mate a los jóvenes pobres antes de que cometan uno.
No hay misterio en el perfil de las víctimas: hombres, jóvenes, de barrios marginados, en sus veinte. Son capturados y luego ejecutados. Se repite el mismo libreto de siempre: “intercambio de disparos”. Pero los videos en redes muestran otra cosa. Gente reducida, desarmada, asesinada. Delincuentes, quizás. Inocentes, algunos. Humanos, todos. Y matar a sangre fría no es justicia: es crimen de Estado.
El gobierno celebra las estadísticas, y la sociedad lo permite. Pero una democracia que se sostiene matando pobres es solo una pantomima. No hay orden en la barbarie. Solo impunidad, miedo… y cadáveres.