La industria del entretenimiento, que antes lideraba la resistencia cultural al expresidente, ahora modera sus ataques en medio de presiones económicas y políticas
Madrid, (EFE).— A diferencia del primer mandato de Donald Trump, cuando Hollywood se convirtió en una de sus principales voces críticas, su regreso a la Casa Blanca ha sido recibido con un silencio sorprendente por parte de la industria cinematográfica. Cumplidos los primeros cien días de su segundo mandato, las respuestas desde el mundo del espectáculo han sido mínimas, marcadas más por la cautela que por la confrontación.
Durante su primer paso por la presidencia, actores, directores y comediantes hicieron de Trump un blanco frecuente. Ahora, aunque algunas figuras han alzado la voz, el tono general es de discreción, influenciado tanto por riesgos económicos como por un cambio de estrategia ideológica.
“Hollywood ha tenido nueve años para decir lo que tenía que decir sobre Trump. Todo el mundo conoce las críticas”, explica a EFE Grant Reeher, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Siracusa, quien señala que la industria parece más consciente del impacto político de sus declaraciones y de cómo son percibidas por el público.
Uno de los pocos que ha roto ese silencio ha sido George Clooney, quien tras años de distancia mediática volvió a criticar a Trump, subrayando la importancia del periodismo como “cuarto poder”. La respuesta del presidente fue inmediata:
“¿Por qué ‘60 Minutes’ emitiría un segmento tan exagerado sobre George Clooney, una estrella de cine de segunda y un comentarista político fracasado?”, cuestionó Trump.
Otras críticas han sido más sutiles. El actor chileno Pedro Pascal ha mostrado en público la camiseta “Protect the dolls”, en apoyo a las mujeres trans, una causa personal para él. También lo han hecho figuras como Tilda Swinton y el cantante Troye Sivan. En el festival de Coachella, la cantante Clairo invitó al demócrata Bernie Sanders al escenario, reforzando el mensaje progresista.
La mexicana Salma Hayek también usó sus redes para defender la importancia de los latinos en la economía de EE.UU., recordando que serían la quinta economía más grande del mundo si fueran un país.
Sin embargo, estos gestos no representan una ofensiva frontal como en el pasado. De hecho, algunas compañías de Hollywood han comenzado a desmantelar programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) ante el clima político y económico. Disney, Paramount y Warner Bros. han hecho ajustes que reflejan una industria más cautelosa, temerosa de ser blanco de sanciones o campañas desde el Gobierno.
También preocupa el conflicto entre la Casa Blanca y Harvard, amenazada con perder 2.200 millones de dólares en fondos federales, lo que ha hecho sonar las alarmas en organizaciones como la Academia de Hollywood o la de la Grabación (Grammy), ambas exentas de impuestos.
Mientras Hollywood define su postura, algunos incluso han dado un paso hacia el otro lado. El presentador Bill Maher, habitual crítico de Trump, se reunió con el presidente y aseguró que fue “amable y comedido” y que “en la Casa Blanca no vive un loco”.
Un panorama impensable hace unos años, en el que la industria del entretenimiento parece dividirse entre el miedo, el pragmatismo y una crítica contenida, en espera de cómo se desarrollen los próximos meses del mandato de Trump.
