San Juan (EFE). El legendario salsero puertorriqueño Andy Montañez celebró sus 60 años de trayectoria musical con el concierto ‘Mi primer adiós’ en el Coca-Cola Music Hall de San Juan. El evento, que tuvo lugar en la zona turística de Miramar, reunió a más de 5,000 seguidores del artista para una noche de salsa y balada, en la que Montañez, a sus 82 años, demostró que su voz sigue siendo vibrante y poderosa.
El concierto comenzó con una emotiva presentación visual que mostró la vida de Montañez desde su infancia en el Barrio Trastalleres. La apertura estuvo a cargo del músico William Cepeda, quien utilizó una concha de mar para dar inicio al espectáculo con un grito de guerra festivo.
Montañez, vestido con un elegante traje azul, salió al escenario e interpretó sus éxitos clásicos, incluyendo ‘Cantante errante’, ‘Eco de un tambor’, y el emblemático ‘Payaso’. La velada continuó con temas de salsa como ‘Te voy a enseñar’, ‘Aquí en mi pueblo’, y ‘Reunión en la cima’, antes de pasar a una sección más romántica con baladas como ‘Cómo fue’, ‘Guitarra mía’, y ‘Amor por ti’. Durante esta parte, fue acompañado por su hijo Harold Montañez en las canciones ‘A mi manera’ y ‘Renacer’.
A pesar de sus problemas de movilidad, Montañez, conocido como ‘El Niño de Trastalleres’, mostró su energía y pasión por la música. El espectáculo continuó con más salsa, incluyendo ‘Vagabundo’, ‘Casi te envidio’, y ‘Me Gusta’. Los momentos culminantes de la noche incluyeron sus clásicos ‘Swing’ y ‘Hojas Blancas’, que hicieron que el público se levantara para bailar.
Uno de los puntos álgidos del concierto fue la interpretación de ‘Julia’, con la participación del legendario bailarín Mike Ramos, y el emotivo cierre con ‘Verano en Nueva York’, acompañado por la timbalera puertorriqueña Zayra Pola. Finalmente, Montañez concluyó el espectáculo con ‘Quién no se siente patriota’, junto a su inseparable bandera de Puerto Rico, el grupo de plena Toa Plena, y el cabezudo de la agrupación teatral Agua, Sol y Sereno.
En sus palabras previas al concierto, Montañez había reflexionado sobre la importancia de celebrar la vida, especialmente después de tiempos difíciles, y su compromiso de seguir ofreciendo música «hasta que el cuerpo aguante». Su actuación fue un tributo a su legado y a su amor por la salsa, que sigue marcando el ritmo en la escena musical puertorriqueña y más allá.