Madrid, (EFE).- Mientras Leo Messi, Erling Haaland y Kylian Mbappe acaparan los focos de los grandes premios, el podio por ese orden del Balón de Oro y aún por definir en los premios The Best que la FIFA entregará el próximo 15 de enero, Rodri Hernández emerge como el otro rey del momento.
Messi, al amparo de su gran Mundial de Catar 2022, la irrupción estelar del ‘vikingo’ Haaland y la luminosidad de Mbappe han aglutinado las preferencias de los votantes de todo el mundo para encabezar este juego de tronos del mundo del fútbol.
Pero al margen de este elenco de figuras ha surgido otra figura sin tanto relumbrón, aunque imprescindible para argumentar buena parte de lo ocurrido en los últimos meses, para encontrar una explicación al dominio del Manchester City e incluso a la resurrección de la selección española, Rodri Hernández.
El futbolista madrileño, exjugador de Villarreal y Atlético de Madrid, se ha convertido en el mejor intérprete de la partitura compuesta por Pep Guardiola, en el ejecutor ideal de su modelo futbolístico sobre el césped. Dentro de la constelación de los ‘sky blues’ brilla con luz propia. Es el eje por el que pasa todo el juego. Y en la selección española es, indudablemente, el comandante del nuevo proyecto de Luis de la Fuente.
En Yeda puso la guinda a una temporada imborrable, como hizo el City, al coronarse ante el Fluminense como nuevo campeón mundial, título que añade a la Premier, la Liga de Campeones, la Copa y la Supercopa de Europa.
En la final de la Champions de Estambul anotó el tanto del triunfo del conjunto inglés ante el Inter Milan y fue designado mejor jugador. También fue elegido como el mejor de la temporada de la máxima competición continental y fue incluido en el equipo ideal.
Días después, en Países Bajos lideró a la Roja a la victoria en la Liga de Naciones. En Catar, donde tuvo que jugar como defensa central, vivió el sinsabor de la temprana eliminación ante Marruecos, pero se tomó el desquite al comandar a la selección española al título ante Croacia, a la que se impuso en la tanda de penaltis, en la que anotó su lanzamiento. De nuevo se llevó a casa el premio al mejor del encuentro definitivo y del torneo.
Tras el magnífico triplete con el City añadió a su palmarés en agosto la Supercopa de Europa frente al Sevilla y, este final de año, ha agregado una muesca más con el Mundial de Clubes al golear en semifinales al Urawa Reds japonés y en la final al Fluminense brasileño, con el inevitable acompañamiento del premio al mejor jugador de la competición disputada en Yeda.
Tras el balón de oro recibido por Rodri, su compañero Kyle Walker fue recompensado con el balón de plata y el colombiano Jhon Arias, del Fluminense, con el de bronce.
Este galardón es el broche absoluto a unos meses de ensueño, el premio a la progresión desde la humildad y modestia, al trabajo constante de un jugador que avecina más éxitos con los que quizá pueda instalarse definitivamente en el olimpo, circunstancia que, por otro lado, tampoco le ha quitado el sueño.