Rafah (Gaza), (EFE).- Los palestinos asediados en el sur de Gaza, sin agua, electricidad ni combustible por culpa de la feroz ofensiva del Ejército israelí, echan mano del ingenio, la imaginación y los restos de basura para intentar que su mísero día a día pueda brillar con algunos espejismos de normalidad.
En un estrecho callejón de Rafah, una larga hilera de una veintena de mujeres, rodeadas de sus hijos, humo y llantos de bebé preparan el tradicional pan palestino shrak, que se calienta sobre una plancha ovalada de metal que se coloca directamente sobre el fuego: es como una enorme masa de pizza, pero muy fina y maleable.
Pero no lo hacen por gusto, sino porque muchas panaderías han cerrado por falta de combustible debido al asedio impuesto por Israel y, por eso mismo, la mujeres se ven obligadas a emplear todo tipo de desperdicio inflamable para cocinar el pan: desde papeles, revistas y cartones, hasta botellas, bolsas o trizas de plástico que provocan un humo denso y un olor insalubre.
«No tenemos nada, no tenemos ni cartón, ni tahina, no encontramos comida, ni pan en las panaderías», se queja a EFE una de las mujeres mientas amasa un shrak rodeada de varios niños.
El comisario general de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), Philippe Lazzarini, denunció ayer desde París que con la acción militar de Israel se está imponiendo «un castigo colectivo al conjunto de la población de Gaza» y reiteró su demanda para «un cese el fuego humanitario».
«Dónde está la misericordia del mundo, estamos hambrientos», dice la misma mujer palestina, que insiste en que se pasa el día haciendo pan porque los niños tienen hambre y no tienen nada de dinero.
Se queja también de que viven ahí, rodeados de suciedad, amenazados por las enfermedades y con sus hijos sucios sin que pueda lavarlos, porque también escasea el agua.
Aceite vegetal para alimentar los motores de los coches
Ramzi Rashuan trabaja como conductor con uno de los pocos coches que siguen circulando por Rafah. Lo hace porque el combustible que emplea es de la marca Al Jial, la empresa que vende aceite vegetal para cocinar y que Rashuan utiliza para que su Mercedes-Benz 240 D, un modelo clásico de la marca alemana que se comenzó a fabricar en la década de los años 70 del siglo pasado, eche a andar.
«Ponemos aceite a los coches porque no tenemos combustible, no hay nada», dice el conductor, que explica que los únicos vehículos no tirados por caballerías que funcionan son los que aceptan aceite vegetal.
Rashuan ha cambiado el depósito y lo ha colocado en la parte delantera, donde vacía una botella de Al Jial antes de volver a su coche y seguir su camino.
Los carros tirados por burros o los mismos burros son ahora la única alternativa, cuenta a Efe antes de advertir que los coches más nuevos no aceptan en su motor ni aceite ni otros productos que no sean gasolina.
Energía solar prestada por una farmacia para cargar los teléfonos móviles
«Estamos aquí, en una zona llena de desplazados y todos están necesitados. No hay electricidad, ni los generadores funcionan», explica Anás a EFE, sentado frente a un laberinto de cables, un ejército de enchufes y alargadores y una montaña de teléfonos móviles y cargadores.
Cuenta que la energía que utilizan para cargar los teléfonos de la gente de la zona provienen de los paneles solares de una farmacia, a la que le agradece que haya cedido un cable para montar todo el equipo con el que recargan los teléfonos.
«Cada hora, cargamos entre cien y ciento cincuenta teléfonos», dice Anán, antes de precisar que no hay ninguna alternativa y que esta es la única manera que los desplazados y la gente del barrio tienen para cargar «algo» sus teléfonos.