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Pawo Choyning, de un pueblo remoto de Bután a los Óscar con su opera prima

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Madrid,  (EFE).- Robert Zemeckis, director de la película 'Here',...

Madrid,- Hasta hace unos meses Pawo Choyning era un desconocido, casi como su recóndito país, Bután, enclavado en el Himalaya; pero su ópera prima, «Lunana: a yak in the classroom», fue una de las cinco finalistas al Óscar a la mejor película extranjera de 2022, junto a filmes de Sorrentino, Joachim Trier o Hamaguchi.

«Imagina hacer una película cuando tus actores nunca han visto una», dice a Efe el director butanés. Ese fue solo el primer reto para rodar «Lunana», película que llega a los cines españoles este viernes.

El filme reivindica la cultura y tradiciones de Bután a través de la historia de un joven maestro que sueña con emigrar a Australia para convertirse en cantante pero es enviado a una escuela en el rincón más remoto del norte del país.

La única forma de llegar a Lunana, un pueblo de 56 habitantes a 4.800 metros de altura, sin electricidad ni agua corriente, es caminar durante ocho días. Ese viaje que hace el protagonista lo realizó todo el equipo del filme capitaneado por Choyning.

«La gente me decía que rodara en un pueblo cerca de la ciudad pero yo buscaba autenticidad, quería que todos hiciéramos el viaje del protagonista y creo que eso es lo que hace la película especial», señala en una videoconferencia desde su coche, en medio de las montañas de Bután.

Cuando arrancó la aventura no tenían presupuesto, ni planes de distribución ni agentes de ventas. Sólo una cámara y un equipo mínimo. Parte del casting son los habitantes de Lunana. Cuando quiso inscribir el filme para competir en los Óscar se encontró con que su país ni siquiera estaba en la lista.

Choyning asegura que la nominación le hace ilusión como cineasta pero sobre todo como ciudadano que ha logrado poner a su país en el mapa. «No estamos en las Olimpiadas ni en la Copa del mundo, todo lo que se conoce de nosotros es que somos un pequeño país supuestamente feliz», dice en referencia al índice de Felicidad Nacional Bruta, un concepto acuñado por el gobierno butanés que se antepone a indicadores económicos como el PIB.

«Bután es conocido como el país de la felicidad pero es un país pobre, de los menos desarrollados del mundo y nos enfrentamos a auténticos retos, mucha gente quiere salir del país para buscar la felicidad en otro sitio y quería reflejar eso en la película», afirma.

Bután es uno de los pocos países asiáticos que no ha sido colonizado y ha vivido siempre obsesionado por preservar su cultura. La televisión estuvo prohibida hasta 1999 y sólo entonces comenzó a abrirse, con restricciones, al turismo.

Choyning tenía 16 años en esa época. «Todo cambió de la noche a la mañana, la gente vendía sus vacas y sus tierras para comprar una tele y la colocaban en el altar junto a las figuras budistas», recuerda. «La cultura de la MTV -el canal de música estadounidense- entró de golpe, la gente alucinaba viendo a Eminem rapeando sobre su madre».

Precisamente sobre esos cambios tratará la próxima película del director, que prevé empezar a rodar en agosto. «Queríamos preservar nuestra cultura pero nos dimos cuenta de que el mundo había evolucionado y nos habíamos quedado atrás», señala.

En un país donde apenas hay cines y la industria audiovisual es prácticamente inexistente, Choyning accedió a este mundo a través de Khyentse Norbu, que además de ser su «maestro espiritual» dirigió «The cup» (1999), la primera película butanesa que se presentó a los Óscar, sobre unos monjes que tratan de conseguir desesperadamente una televisión para ver la final del Mundial de fútbol de 1998.

Aquello, recuerda Choyning, inspiró a toda una generación, no solo de cineastas sino también de escritores, poetas, pintores… «Somos un país budista, en el budismo nos enseñan a ser humildes y creo que ese hábito cultural no ha ayudado a que los jóvenes persiguieran sus sueños», reflexiona.

Magdalena Tsanis

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