Berlín.- La mujer, como víctima o también como generadora de violencia, centró hoy la sección oficial de la Berlinale, con la película «La ligne», de la franco-suiza Ursula Meier, y de «Robe of Gems», ópera prima de la boliviano-mexicana Natalia López Gallardo.
El terror reflejado en los ojos de Valeria Bruni Tedeschi mientras recibe una brutal paliza de otra mujer es el arranque de «La Ligne». La agresora es su hija -Stéphane Blanchoud-, una mujer cuya furia no logran contener por la fuerza física dos hombres.
El título del filme se remite a la orden de alejamiento a que queda sujeta esa hija maltratadora, convertida luego en la franja azul que pinta en un radio de 100 metros alrededor de su casa su hermana menor (Elli Spagnolo).
«Suele tratarse poco la violencia entre mujeres. Tardé en resolver el dilema de si plantear la historia con un maltratador masculino. Finalmente opté por esta confrontación extrema, madre e hija», explicó la directora, tras su estreno en la segunda jornada de la Berlinale.
Bruni Tedeschi interpreta a una aburguesada exconcertista de piano que, a punto de convertirse en una abuela joven, se comporta como una diva inmadura entre parejas cambiantes. La última será un muchacho con formato de guardaespaldas, que, además de amor, ofrece musculatura para defenderla de su hija.
La paliza deja casi sorda a la madre y, por tanto, inhabilitada para siquiera dar clases de piano. La línea azul se convierte en el hilo conductor entre la hija violenta y su hermana menor, a la que la primera acompaña a la guitarra en su clase diaria de canto, al otro lado de los 100 metros estipulados.
«Mi personaje no tiene por qué generar simpatía, pese a ser la víctima», explicó Bruni Tedeschi. La pianista genial fue un desastre como madre -y lo será como abuela-, mientras que Blanchoud genera la empatía hacia la agresora necesitada de auxilio que ve en ella Meier.
La directora suiza acude a la Berlinale tras haber ganado ahí, en 2012, un Oso de Plata con «L’enfant d’en haut».
Compartió jornada a competición con la debutante López Gallardo y su «Robe of Gems» -o «Manto de gemas»-, una producción mexicano-argentina, rodada en el México más pobre, donde desapareció toda línea divisoria entre criminales o autoridad, víctimas o victimarios.
«Mi película empezó a fraguarse en conversaciones con mujeres que perdieron a sus hijos y acuden a la policía», explicó la realizadora. Parte de una mujer de clase alta, Isabel, que acude a la casa venida a menos de su elitista madre y trata de ayudar a María, una sirvienta que busca a su hermana desaparecida.
«Isabel es una mujer inadecuada, que trata de ayudar, ser para acabar siendo aún más inadecuada», explicó sobre su personaje la actriz mexicana Nailea Norvind. María o Isabel son dos de los rostros de mujer atravesados por la violencia, lo mismo que una jefa de la policía local que trata de no ser corrupta.
«Confío en el lenguaje cinematográfico», explicó la directora de «Robe of gems», un filme que exige mucho del espectador, al que corresponde tratar de ver aquello que apenas de vislumbra o entender frases apenas formuladas.
UN APOCALÍPTICO PAHN Y LA DECREPITUD DE SEIDL
A las dos directoras y sus distintas versiones sobre la violencia sobre la mujer, en la acomodada Suiza o el México empobrecido, siguió «Everything will be ok», un apocalíptico film del camboyano Rithy Panh, que mezcla imágenes de archivo y animación.
«Nada saldrá bien», sería un título más ajustado a una película en que estatuas de barro, sean monos o cerdos, toman del poder en una revolución de las bestias con patrones parecidos a los tiranos humanos que derribó.
Regresó así Pahn al festival del que en 2020 recibió el premio al mejor documental con «Irradiés», su impactante denuncia contra las armas de exterminio masivo.
Su colega austríaco Ulrich Seidl, otro habitual en festivales europeos, presentó «Rimini», una película que, si algo no despierta, es interés turístico por esa ciudad italiana. Su protagonista es Richie Bravo, un decrépito cantante de «schlager» -como se denomina en el ámbito germano-parlante a un género de canción melódica bastante trasnochado-.
Bravo (Michael Thomas) subsiste con sus galas ante una docenas de jubilados en un Rimini azotado por los vientos y heladas, adonde llega apenas ese turismo de temporada baja. Es un paisaje de bloques de apartamentos vacíos, hoteles cerrados y africanos durmiendo en las aceras, donde Richi redondea sus menguantes ingresos ejerciendo de gigoló a antiguas «groupies».
Lo que empieza como un magnífico retrato de un perdedor se pierde, sin embargo, entre historias paralelas -una hija casi desconocida que aparece para extorsionarle, el geriátrico del padre, un nostálgico del nazismo-.